Comentario
El túmulo de Hirschlanden, en Baden-Wurttemberg, hubiera pasado inadvertido, entre otros muchos, si no hubiera sido por la recuperación, junto a una de las losas de su anillo circundante, de una escultura de bulto redondo, de piedra, la única de toda la época de Hallstatt. El túmulo, más bien de pequeño tamaño, contenía dos tumbas centrales, pero sin cámara, y otras dieciséis subsidiarias, sin carro y sin oro, con sólo fíbulas y pequeños ornamentos. Pero la obra de arte realmente extraordinaria fue la escultura de un guerrero desnudo e itifálico, y con los atributos de poder que, hemos de creer, realzaban su presencia: la daga, ladeada a la cintura; el torques al cuello; el gorro o casco en la cabeza. La figura cruza los brazos y extiende los pulgares. La caliza en que se labró la estatua fue local. El estilo plástico en piedra no tiene precedentes en la zona, pero tampoco es estrictamente equiparable a ningún kouros griego.
Las caderas y las piernas, sin embargo, se modelaron conforme a principios naturalistas próximos a los del arcaísmo griego. Por ello, no ha faltado quien haya supuesto que un escultor griego presente en el sudoeste de Alemania haya sido el autor de esta escultura. El torso es, sin embargo, plano, los hombros exageradamente angulosos y los brazos esqueléticos. Maneras de labra similares se encuentran, más cercanas en la geografía y en el estilo, en Etruria y sus alrededores. La comunicación entre las regiones alpinas es un hecho, demostrable durante el Hallstatt-D, con un incremento notorio durante el siglo V a. C.
El contexto arqueológico del túmulo señala que éste pudo ser erigido sobre el 500 a. C. No sería sorprendente, pues, que por estas fechas, escultores itálicos hubieran acudido a la región de Hallstatt con algún cometido que complaciera a las gentes de aquellos lugares, o que, por el contrario, algún artesano hallstáttico hubiera aprendido en el norte de Italia la técnica que los escultores itálicos practicaban, tras adoptar, a su manera, conceptos escultóricos griegos. En cualquier caso, la escultura de Hirschlanden es un testimonio más de la apertura de los príncipes del Hallstatt a las culturas del sur de Europa.
La cerámica del Hallstatt-D hace gala, como en el pasado, de una cuidada elaboración en su técnica y en su decoración, a pesar de ser fabricada a mano. Funeraria, como corresponde a los mejores objetos artesanales de la época, estos vasos reproducen los tipos anteriores: cuencos, platos, envases bulbosos y globulares, etc.; es decir, pertenecen a la colección de la vajilla del banquete funerario. Su decoración es objeto de clasificación por estilos. A una decoración geométrica polícroma con incrustación de pasta blanca en las líneas divisorias, se la denomina estilo Alb-Hegau y es muy conocida en Suiza. Un conjunto representativo de esta clase de cerámicas es el de Nenzingen (Konstanz), en Alemania. En esta misma región se localiza otro estilo cerámico muy llamativo: el llamado Batik, por parecerse su decoración a las telas del sudeste de Asia. Los diseños geométricos y abstractos son de color rojo y gris, y destacan sobre un fondo en blanco. Vasos ilustrativos de este estilo proceden de la necrópolis de Burrenhof (Marking-Erkenbrechtsweiler, Nurtlingen); del túmulo 2 (tumba 1) de este conjunto procede un vaso en el que se plasmó un rostro abstracto, una máscara que parece adelantarse en el tiempo a los motivos faciales del arte de la Segunda Edad de Hierro. De Heuneburg, en Baden-Wurttemberg, procede un lote de cerámica pintada, sin fantasías, pero brillante, por haber sacado el máximo partido de la red de rombos, y de los motivos de regla y compás, colocados en el sector más destacado de la vasija.